–Se cuentan historias sobre ellos, leyendas llenas de
sufrimiento, guerras, batallas, muertes… Algunas ciertas, otras no. Nunca se
sabrá. Gracias a ellos, Azcona es libre, y Ultreia la capital. Plantaron
batalla cuando nadie se atrevía a hacerlo y consiguieron vencer.
–¡Cuéntame una de sus historias, abuelo!
–Vale –dije sonriendo–, pero tendrás que estar bien callado y
atento, ¿de acuerdo?
–Vale…
–Así me gusta. Bien… ¿por dónde empezar? Su historia es muy
larga… Se les llamaba Los Lectores Myticos. Su historia comenzó en una
biblioteca, cuando todos se disponían a abrir un libro y un agujero negro se
los tragó, y los trajo aquí, a Ultreia, capital de los libros. Vinieron con una
bibliotecaria, Adela, y una cuentacuentos, Estrella, la que llevaba el club de
lectura. ¿Conoces a Cedric, el caballero legendario?
–Claro, abuelo, ¿cómo no iba a conocerlo? ¡Es el mejor! De
mayor quiero ser como él.
–Pues se enamoró de Delia, una de las chicas que el agujero
negro había traído.
–¡No fastidies!
–Sí. Yo era un niño por aquel entonces. Y vi con mis propios
ojos cómo un ejército de millones de hombres se dirigían hacia aquí. ¿Y sabes
qué vi también? –sonreí, recordando aquella escena– A los Lectores Myticos
subidos en dragones, viendo exactamente lo mismo que yo, pero gastando bromas
entre ellos. Eso me impresionó y dejé de temer a aquel ejército que superaba
con creces a los defensores de la ciudad.
Bebí un poco de agua y decidí seguir, ya que mi nieto estaba
expectante.
–Los enemigos jugaron sucio, ya que pusieron unas pancartas de
One Direction sabiendo que una de las Anas tenía debilidad por aquel grupo.
Pero los Lectores se defendieron bien. Inés le aconsejó a Iván que recitara
algunos poemas de Bécquer y los enemigos se durmieron, cayendo las pancartas
con ellos. Los Lectores ganaron la batalla, pero no la guerra. Los adversarios
se llevaron a Cedric con ellos y Delia decidió quedarse, para buscar a su
amado.
–¿Los demás se fueron?
–Sí, pero volvieron. Se reunieron con Merlín, uno de los
magos más poderosos. Junto a él crearon Mytica, se les empezó a conocer más
como Los Lectores Myticos y ganaron más batallas. Aunque nunca la guerra.
Merlín los traicionó y los encerró junto a Cedric. Pero se libraron de una
forma peculiar… Inés y una de las Anas se pusieron a balar, recordando una
escena cómica que habían tenido. Y Paula se puso a hablar de un grupo llamado
“La Cobra Gay”…. En fin, que no sé cómo lo hicieron, pero salieron y
organizaron un concierto de los Five Directions (grupo creado por Merlín
mediante la magia). Tras eso, practicaron jugando al paintball, y… –suspiré–
perdieron una batalla. Por primera vez en su vida.
–¿Qué? –preguntó desilusionado mi nieto– Eso es imposible,
abuelo…
–Lo vi con mis propios ojos. En aquella batalla fallecieron
cuatro de los Lectores Myticos, además de Satán, el mago que tenían. Inés y Ana
pudieron recuperar su cuerpo, y el de Almudena, que estaba inconsciente. ¿Y
sabes qué era lo que conseguía Merlín haciendo eso? Que los Lectores salieran
de su escondite. De la ciudad entre las rocas. De la temida Mytica. Y… –sonreí–
ahí es donde entro yo.
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–¡Chicooos! –gritó Clara–, Almudena ha despertado.
Todos fueron corriendo a la habitación donde Almudena yacía y
se abalanzaron sobre ella. Estrella les pidió que se calmaran y empezó a
contarle a Almudena todo lo que había pasado.
–Sí, y ahora, misteriosamente… –comentó Inés con una sonrisa
pícara– Ana ha adquirido los poderes que tenía Satán, nuestro difunto mago.
–¡Eh! Que yo no hice nada, solo sentí, de repente, que podía
hacer cosas que antes no podía.
–Ya, claro… –contestaron todos a la vez, riéndose. Estrella,
que sabía cómo se pasaba la magia de un cuerpo a otro sonrió, pero decidió
callárselo.
–En fin, chicos, todos a dormir, que mañana va a ser un día
muy largo… –comentó Adela.
A la mañana siguiente, las trompetas se oyeron demasiado
pronto.
–¡Dejadme dormir!
–Pero que aún es muy pronto…
–Mmmmm….
–¡Levantaos, quejicas, que hay una sorpresita esperándonos
al otro lado de la muralla! –ordenó Estrella. Todos los Lectores se levantaron,
refunfuñando. Se lavaron la cara, se vistieron y fueron a ver qué pasaba.
Cuando lo vieron, se despertaron del todo: un ejército se había plantado
delante de la puerta.
–¡Ultreia nos envía para ayudar! –gritó el que parecía el
cabecilla, un joven de cabello rubio, ojos castaños y mirada feroz. Las puertas
se abrieron y el ejército entró. Prepararon a los guerreros una mesa con
abundante comida y mientras, el jefe se dirigió a la sala de reuniones para
hablar con los Lectores.
–Las noticias corren, por lo que veo –comentó Estrella.
–Sí, así es –contestó el jefe del ejército que acababa de
entrar–. De alguna manera nos enteramos de que habíais sufrido graves bajas
defendiendo la ciudad de los elfos y vinimos aquí en cuanto pudimos. Soy el
comandante Griffin, Mark Griffin. No nos podíamos arriesgar a traer muchos más
guerreros y levantar sospechas, así que nos dividimos. En los próximos días
tendréis aquí un verdadero ejército, además de nuevas provisiones.
–Muchas gracias, Mark –le agradeció Adela–. Pero creo que
vienes para algo más, porque si no no estaríamos aquí, ¿me equivoco?
–No, no te equivocas –admitió Mark, suspirando–. Traigo
algunas tácticas de Ultreia… Pero la más efectiva sé que no os va a gustar.
Los Lectores se miraron entre ellos, preocupados.
–¿De qué se trata? –preguntó Paula.
Mark les miró a todos, uno por uno, y por fin dijo:
–Armas de fuego. La solución más efectiva para este problema es
utilizar armas de fuego, algo que ellos no tienen.
–No –contestó inmediatamente Delia–. En nuestro mundo las
cosas cambiaron demasiado por culpa de esas armas. Muchas, demasiadas personas
mueren al año por culpa de las armas de fuego. Hay guerras, muerte, pobreza. No
pensamos permitir que eso pase aquí, Mark. De ningún modo.
Los demás parecieron coincidir en la decisión de Delia.
–Lectores, sé que es peligroso, pero les juro que, en cuanto
ganemos la guerra, destrozaremos toda señal de arma de fuego.
–Ya, claro –contestó Inés–. Pero las cosas cambian estando
Merlín, Mark. Él es mago. A saber qué
puede hacer para adivinar qué armas estamos usando y cómo se construyen.
–Por eso el objetivo sería Merlín y no los demás. Mi
ejército se encargará de los guerreros enemigos, mientras vosotros apuntáis a
Merlín y le pegáis todos los tiros que sean necesarios para matarle.
–Ya, ¿y si hablamos ahora de nuestra puntería? –comentó Iván–.
¿Me quieres decir cómo vamos a acertar una si no hemos disparado en nuestra
vida?
–Tenéis un mago, ¿no? –preguntó Mark.
–Sí, soy yo –contestó Ana, recordando a Satán.
–Ella puede hechizar las balas, para que acierten sí o sí.
Los Lectores se quedaron pensativos. Ese plan podía
funcionar.
–Vale –contestaron todos a la vez.
–Usaremos armas de fuego, pero ganemos o perdamos, deben ser
destruidas antes de llegar a manos de Merlín, ¿está claro?
–Sí –contestó Mark–. El armamento llegará con las
provisiones, en algún día de estos.
Tras aquella conversación, todos se fueron a comer. A lo
largo de los días, la ciudad comenzó a llenarse de carcajadas ajenas a lo que
se les venía encima. Las provisiones llegaron, y con ellas el armamento. Doce
pistolas, doce metralletas y doce explosivos entraron en Mytica.
Esa noche, Cedric y Delia se reunieron en lo más alto de la
ciudad para contemplar lo que podía ser la última puesta de sol de sus vidas.
–No me gusta usar esas armas. No imaginas el daño que nos han
hecho.
–Eso lo sabe todo el mundo –contestó Cedric–. Todos conocen que
vosotros no deseáis la muerte de nadie. Pero no os han dejado otra. Y es la
única forma de ganar esta guerra. De defender a todos los inocentes que lo
único que quieren es un mundo en paz.
Delia sonrió.
–Vamos a entrar como el caballo de Troya. Nos esconderemos
dentro de los carros con víveres, y así entraremos. Saldremos por sorpresa de
noche y mataremos a todo aquel que pueda descubrir nuestro plan. Cada uno
subirá a una torre y así avisaremos a los guerreros de que la fortaleza está
libre. Uno abrirá la puerta y los dejará entrar. Y mientras nosotros tendremos
que pegarle cuatro tiros cada uno a Merlín, por si acaso supiera curarse las
heridas. No sé, no me gusta nada este plan…
–Una chica muy lista me dijo un día que las cosas que hacemos
para sobrevivir no nos definen.
–Pues debía de ser muy lista, sí –contestó Delia sonriendo.
Sus labios se posaron en los de Cedric, que respondieron con intensidad. Ambos
temían el futuro, así que decidieron pasar el que podía ser su último día
juntos disfrutando de la paz, del sabor de sus labios y del calor de sus
cuerpos.
Al día siguiente todas las carcajadas desaparecieron dando
lugar a miradas de preocupación. El día pasó volando para todos y cuando llegó
la noche las miradas de preocupación se transformaron en miradas de miedo.
Los Lectores se escondieron rápidamente en uno de los carros
con víveres y, al entrar en la fortaleza, mataron a todos los enemigos.
Subieron rápidamente y, gracias a las armas, llegaron a las torres en pocos
minutos. Cada uno hizo su señal, y Adela y Estrella, que se habían quedado
abajo, abrieron la puerta. Una avalancha de guerreros, a pie y a caballo,
entraron en el castillo. Los arqueros se quedaron detrás, atentos. Para cuando
se habían dado cuenta, los enemigos llegaron tarde y cada vez perdían más
guerreros.
Sin embargo, Merlín no aparecía.
–Cómo duerme el viejo este… –dijo Almudena por walkie-talkie,
y sacó una sonrisa a todos. Aunque no duró mucho ese momento, ya que Merlín por
fin salió de su habitación. Desde su terraza, mataba a todos los guerreros de
Mytica, y los enemigos cada vez eran más.
–Chicos, hay que actuar ya.
–Ok, ¿preparados?
–SÍ –contestaron todos.
Todos apuntaron a la vez, y Ana hechizó las balas de cada uno
para que acertaran.
–Tres, dos, uno…
Los disparos se oyeron en el castillo. Doce metralletas
comenzaron a disparar al corazón de Merlín, que cayó de la terraza, abatido. En
un principio tendrían que haber sido cuatro tiros, pero los Lectores no se
fiaban. Cedric bajó del caballo y le clavó la espada a Merlín.
–Ahora sí que está bien muerto –dijo por el walkie-talkie.
Todos suspiraron aliviados. En unas horas, el castillo había sido tomado, y por
fin los Lectores habían ganado la batalla y la guerra.
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–Tras aquella aventura, volvimos a Ultreia y lo celebramos.
No se volvió a saber nada de las misteriosas armas que habían utilizado para
matar a Merlín.
–Abuelo, ¿tú eres Mark Griffin?
Miré a mi nieto, sonriendo.
–Sí. Cuando todo acabó, los Lectores se despidieron. Todos.
Tenía la esperanza de que volvieran… Pero nunca lo hicieron. Creí que se habían
olvidado de nosotros. Por eso me cambié el nombre y decidí olvidarlo todo –dije
recordando el pasado–. Nunca lo olvidé.
–¿Por eso me la cuentas, para que no se te olvide?
Me reí.
–No, querido. No. Acabo de recibir una carta de Los Lectores.
Y… por fin comprendo que ellos en realidad jamás nos olvidaron.
–¿Una carta? –preguntó mi nieto con alegría–. ¿Me la lees,
porfi?
–Léela si quieres, pero debería estar yo delante, ¿no?
–preguntó una voz conocida para mí.
–¡CEDRIC! –gritó mi nieto asombrado.
Cedric se sentó a mi lado, y yo comencé a leer la carta:
Queridos Cedric y Mark:
¿Cómo van las cosas por allí?
Espero que bien. Sé que hace mucho que no visitamos Ultreia, pero es que
nosotros tampoco nos vemos demasiado. También nos hemos hecho mayores y cada vez
tenemos menos tiempo. No sé en qué ha quedado el club de lectura, pero parece
que lo hemos olvidado. Iván no tiene mucho tiempo, y tampoco lo quiere gastar
en algo a lo que van cada vez menos personas. ¿Os podéis creer que hubo un día en que
no fue nadie? Pobre Iván… Yo siempre recuerdo aquellas conversaciones que
teníamos por el móvil, llenas de risas y bromas. Aquellos momentos en los que
su compañía me hacía la chica más feliz del mundo. Aquellos momentos en los que
nos sumergíamos en los libros para buscar aventuras que comentar. Y es que,
aunque hayamos crecido, los estudios sean más complicados y no tengamos tiempo,
esos momentos siguen en nuestra memoria para siempre. Les echo un montón de
menos. Echo de menos comentar libros con ellos, echo de menos las
conversaciones que teníamos después de cada reunión del club que, junto a los
locos mensajes de whatsapp, hacían que historias increíbles se escribieran, echo
de menos los sorteos que Iván hacía, echo de menos tener los sábados ocupados
por ir al club de lectura.
¿Se puede echar tanto de menos
a tantas personas?
En fin, esta carta es más una
carta para desahogarme que otra cosa. Es raro escribir para otro mundo, jejej.
Pero si os ha llegado, es prueba de que el agujero negro aún funciona y de que,
si conseguimos quedar otra vez, no dudaremos en volver a Ultreia.
Besos (más para Cedric,
jajajaj):
Delia
FIN
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