El Agujero Negro



Había una vez una chica llamada Delia. A ella le encantaba leer, así que se había apuntado a un club de lectura en una biblioteca del barrio. Aquella tarde se lo estaba pasando genial: habían elegido leer un libro de excusas para no hacer los deberes y todos daban ideas. Entonces, se le ocurrió una brillante:
-No he podido hacer los deberes porque un agujero negro dentro del libro me comió y me llevó al pasado -lo que hizo que todos se rieran.
Entonces, la profesora, llamada Estrella, les dijo que podían empezar a leerlo. Comenzó Inés, le siguió Ana, luego William, Marta, Blanca, Marina, María, José, Daniela, otra Blanca, otra Ana,  Adela y Mª Luisa, que eran las bibliotecarias, la propia Delia… Pero cuando estaba leyendo Iván, el último que faltaba por leer, empezó a aparecer un agujero negro en el centro y todos se asustaron.
-¿Qué es eso? -chilló Blanca. Todos empezaron a gritar porque no se podían mover de sus asientos. Entonces el agujero negro llenó por completo la hoja y…
-¡Ahhhhhhhhh! –gritaron.
… se los comió.
Aparecieron en una pradera con un bosque rodeándola por todos lados. Entonces una voz contactó con ellos y les dijo que tenían que encontrar la ciudad de los libros: Ultreia. Así que decidieron ponerse en marcha. Empezaron a andar y, como por arte de magia, aparecieron delante diez caballos. Montaron y descubrieron que había un mapa en uno de ellos. Y se pusieron en marcha, cabalgando y notando cómo la fuerte brisa azotaba sus suaves cabellos. Cuando llegaron, se encontraron con una ciudad amurallada por libros. Por fin entraron en el palacio. El interior era alucinante: las paredes estaban hechas con hojas grises muy resistentes, que al pegarlas todas juntas, parecían piedras. Ése era el patio, pero por dentro era todavía más bonito. Lo que más les asombró fue que todo estaba hecho de papel, ya fuera rojo, gris, azul o violeta. Incluso transparente, para las ventanas y las jarras de agua. Entonces, cuando iban a entrar en una sala, sonaron unas trompetas, y la gran puerta que estaba ante ellos se abrió lentamente hasta dejar visible una gran sala con un gran trono (sí, todo era “gran”) donde estaba sentado Biblios, el rey de Ultreia.
-Os doy la bienvenida, humanos lectores. Me encantaría que os presentarais todos, pero sois muchos y hay poco tiempo. Estamos enfrentándonos al malvado Phoenix, que se autoproclamó rey de Azcona, país en el que os encontráis. Azcona era el país de los libros, pero como a Phoenix no le gusta nada leer, ha construido unos guerreros llamados Zackh, y con ellos ha conquistado todo. Ahora ese país ha quedado reducido a una ciudad: Ultreia. Vosotros debéis salvar el país, y mantener el amor que tenían los habitantes hacia los libros. ¿Lo haréis? -preguntó Biblios.
-¡Claro que sí! -respondió Estrella.
-Bien. Como usted es una profesora, recibirá clases junto con las bibliotecarias, pero separada de los alumnos, que irán al San Menesian, un colegio donde les enseñarán esgrima, historia, y muchas otras cosas esenciales antes de luchar contra el ejército de Phoenix. Vuestras clases empezarán mañana, tanto de jóvenes como de adultos. Y ahora marchaos, necesito pensar en una estrategia para ganarles -concluyó Biblios.
Todos se despidieron y salieron disparados para ver sus habitaciones. La de Delia era impresionante: paredes de papel de piedra, suelo morado, con una cama hecha de libros, dos sofás rodeando una mesa transparente que al tocarla se volvía pantalla, y una gran pared transparente con un mando. Delia adivinó para qué servía: era una televisión, pero con canales de los booktubers más famosos. En cuanto la vieron los demás, decidieron que aquella habitación sería la de reuniones. Pero era un secreto, era una sala de reuniones solo para ellos. Allí sería donde pensarían algún plan para ganar a Phoenix. Aquella noche se juntaron todos para hablar de lo que había pasado.
-Pero a ver, ¿cómo puede ser que porque yo haya pensado en el agujero negro se haya hecho realidad, eh? Es que es imposible -dijo Delia.
-Ya. Ahora sería el momento de decir: “a veces los sueños pueden hacerse realidad” -dijo Inés irónicamente-. Yo creo que lo mejor sería atender mucho en clase para terminar cuanto antes con ese Phoenix y poder volver a casa. Porque se suponía que dentro de unos minutos, mi tío aparecería por la puerta para hablar con nosotros –comentó y todos asentimos.
-¡Estoy de acuerdo! Porque yo venía en manga corta y me estoy muriendo de frío, como cuando estuve en Berlín, que me tuve que poner hasta cuatro bragas…-dijo Ana, lo que provocó una carcajada general.
-¿Y te cabían los pantalones? -preguntó Inés entre risas. Lo que provocó otra gran carcajada general. Entonces se dieron cuenta de que estaban más cansados de lo que creían y decidieron irse a dormir.
A la mañana siguiente, después de desayunar, fueron a la clase de por la mañana: esgrima. A Delia le parecía una buena forma de despertarse, así que cogió la espada y luchó como nunca lo había hecho, pero como estaba peleando contra el profesor, perdió. Y así se pasaron media mañana, hasta que sonaron las trompetas, que indicaban el cambio de clase. Después tenían historia, y por la tarde magia, algo que entusiasmó a todos. Y de ese modo se pasaron los días. Poco a poco, fueron aprendiendo la historia de aquel lugar, a luchar con elegancia y rapidez, y a dominar la magia mejor que cualquier mago. Estrella y las bibliotecarias aprendían lo mismo, pero con un nivel más avanzado. Todos aprobaron los exámenes, así que Biblios decidió llamarles y decirles que como en una semana irían a la guerra; a los jóvenes les iban a enseñar a montar en dragón, mientras que a los adultos les enseñarían a volar encima de un librogón.
Y allí fue donde Delia se enamoró por primera vez. El que los enseñaba era un humano de su edad llamado Cedric. Pronto se dieron cuenta todos de lo que sentía la joven, y se rieron porque Cedric, en cambio, la trataba como si fuera un trasto más en una habitación llena de trastos. Sin embargo, un día, cuando ya todos habían terminado su formación, justamente un día antes de la guerra, Cedric se la llevó a dar un paseo en dragón. Antes de que cayera la noche, la acompañó a una playita rodeada de bosque, una playita al borde de un lago enorme y precioso. Entonces, después de reírse un montón por los chistes que se contaban, se acercaron hasta tocarse nariz con nariz. Y sucedió lo que tanto deseaba Delia: se besaron a la luz de la luna. Fue lo mejor que había sentido nunca. Siempre había sentido amor por los libros, pero nunca hacia un ser humano. Y esto último era mejor.
Se separaron poco a poco, y volvieron al palacio. A la mañana siguiente, todos estaban muy ajetreados. Unos cogiendo armas por acá, otros cogiendo escudos por allá… Y luego estaban ellos, ya vestidos para la guerra, y dando un paseo en dragón y librogón. Cedric también se encontraba con ellos, y miraba a Delia con una sonrisa. Como era de esperar, sus amigos la chincharon un poco:
-Qué, Delia, ¿has venido para librar una guerra o para conseguir novio? -preguntó entre risas Ana, lo que provocó una carcajada general, incluso Delia sonrió un poco.
-Ja, ja, qué graciosa. Pues que sepas que seguramente es mejor viajar a un sitio para conseguir novio que te abrace cuando tienes frío, que ir con cuatro bragas por Berlín… -dijo Delia sonriendo. Lo que provocó otra gran carcajada general. Y Ana fue la que más se rió.
En ese momento, sonaron las trompetas de guerra, y marcharon hacia el ejército enemigo. Su misión era terminar con Phoenix. Lo malo fue que el enemigo apareció con unas pancartas de un grupo de música muy famoso llamado One Direction, lo que hizo que Ana se volviera histérica y no luchara. Entonces Inés le dijo a Iván que recitara unas rimas de Bécquer para que los enemigos se durmieran. A Iván le ofendió un poco, pero aun así, empezó a recitar. ¡Y surtió efecto!: los enemigos bajaron las pancartas de One Direction, dormidos, y Ana volvió a la batalla. Los diez acorralaron a Phoenix y empezaron a luchar. De pronto, Phoenix fue como una bala a por Ana, y como Delia lo vio, saltó encima del dragón de Phoenix, y empezó a luchar con él. Para Delia aquella pelea estaba durando horas, y ya empezaba a cansarse. Pero entonces hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban, y poco a poco fue ganando terreno a Phoenix, tanto que fue él el que empezó a cansarse. Delia le cogió la espada, la tiró al aire, y lo mató. Y de pronto, todos los Zackh cayeron al suelo, ya que la magia que los sostenía la tenía Phoenix, ya muerto. Lo malo fue que Delia vio cómo algunos humanos del ejército de Phoenix ¡se llevaban a Cedric!
Una semana más tarde, todo Azcona volvía a ser conquistado por los ultreianos, y poco a poco se fue recuperando el amor hacia los libros.
Un día antes de volver a la biblioteca, Delia les avisó de que se quedaba.
-Chicos, lo siento, pero yo me quedo. Para qué no es asunto vuestro, aunque quizá os lo imaginéis. Seguramente volveremos a vernos. Os echaré de menos -dijo Delia, mientras una lágrima le recorría toda su blanda mejilla.
-No pasa nada, Delia. Aquí el tiempo va mucho más lento que en Madrid, así que si vuelves, quizá nosotros tengamos tan solo uno o dos años más que ahora... -la consoló Estrella.
-Sí, no estaremos tampoco muy viejos…-dijo William con una sonrisa, lo que hizo que todos se rieran. Emocionados, se abrazaron.
A la mañana siguiente, todos leyeron y se fueron de vuelta a la biblioteca. Bueno, todos no. Porque aquella misma tarde, Delia montó en su dragón, y partió en busca de su amado.
                                                 Fin

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