El Roble de la Familia



Domingo 23 de Octubre de 2016
Hoy voy a ir a ver a mi abuelo. Me han dicho que está bastante malito, por eso voy a visitarle. Porque sé que cada vez que me ve a mí o a cualquiera de sus nietos le alegramos el día. Por eso voy.
Nos cuesta bastante encontrar sitio para aparcar. Mejor, estoy escuchando una de mis canciones favoritas: cuánto me duele. Habla de la separación de dos seres queridos. De la vida y la muerte. Aunque suene un poco mal, es de lo más animado, en serio.
Por fin encontramos sitio y bajamos al hospital. Siempre me ha gustado este hospital, las enfermeras son muy majas y hay mucho espacio para darse un paseo y tomar el aire. Además, hay muchísima luz porque todo es de cristal.
Subimos en el ascensor a la primera planta. Caminamos un poco y entonces…mi padre abre la puerta.
Lo que veo me hiela.
La abuela está sentada en el sofá, y el abuelo…bueno, el abuelo se está echando la siesta más larga de su vida, desde luego. Le he traído unas fotos de la familia, pero no creo que las pueda ver. Tampoco creo que me pueda dar esos besos tan buenos que él me da, o tampoco creo que pueda mirarme con una sonrisa. Ahora mismo el abuelo tiene los ojos cerrados, tiembla de vez en cuando y no para de pegar puñetazos a la cama por el dolor. Me dan un poco de ganas de llorar, pero sé que me está escuchando, sé que sabe que estoy aquí. Y no pienso llorar porque también sé que saldrá de esta.
Las enfermeras no paran de entrar porque tiene fiebre. Le llenan de cables. Hay un cable para tomarle la tensión. Se lo quita todo el rato por los puñetazos, así que se lo vuelvo a poner y le agarro de la mano para darle fuerzas y para sujetarle el cable. Porque sé que me está sintiendo.
Se está haciendo tarde y tengo que irme. Pero no estoy muy tranquila, me han dicho que esté preparada porque el abuelo no va a aguantar mucho en esas condiciones.

Lunes 24 de Octubre de 2016
Llamo a la abuela para saber si el abuelo se ha recuperado. Me dice que no, que sigue igual. Papá y mis tíos están con él.

Martes 25 de Octubre de 2016
Hoy no llamo, pero porque papá come conmigo y me cuenta que el abuelo sigue igual.
Miércoles 26 de Octubre de 2016
La situación no cambia. El abuelo abre los ojos y dice algo de vez en cuando, pero siempre termina durmiéndose. Hoy hay huelga y no voy al instituto, así que estudio y por la tarde voy a una manifestación con mi madre.
Jueves 27 de Octubre de 2016
Hoy al volver del instituto me llevo una alegría. La abuela me dice que hoy el abuelo se ha levantado feliz y cantando. Que incluso le ha dado abrazos a las enfermeras. Me dice que en ese momento estaba sentado tan tranquilo en el sillón. Así que cambio todos los planes del viernes. Les digo a mis amigos que si podían cambiar el día para quedar. Que mi abuelo por fin había despertado, había hecho un jaque a la muerte y había vencido. Y que tenía que verle.
Viernes 28 de Octubre de 2016
Le abrazo. No con mucha fuerza por temor a hacerle daño, pero le abrazo. El abuelo por fin puede ver las fotos que le traje, por fin puede darme los dos besos que tanto añoraba, y por fin puede mirarme con una sonrisa. Canta jotas, dice mensajes a sus nietos. Sobre todo que no dejemos de hacer ejercicio.
El abuelo por fin vuelve a ser el abuelo.
Y entonces es cuando piensas que esto no es cuestión de suerte.
Esto es cuestión de que él quería seguir viviendo. Quería vivir y vivir y vivir. Quería sentir dolor con una sonrisa y sonreír sintiendo dolor. Quería volver a cantar jotas a su familia. Quería seguir recomendando hacer ejercicio, quería volver a ser él, quería volver a experimentar emociones, algo más que dolor. Alegría, tristeza, ira.  Y todo esto porque él quería, y como quería lo consiguió.
Me dijo que escribiera sobre la muerte. La verdad es que no sabía muy bien cómo empezar, puesto que no sé lo que se siente a las puertas de la muerte. Pero yo también quería cosas. Quería que lo leyera antes de volver a ponerse malo. Quería que cuando lo leyese sintiese las emociones que yo había sentido, quería que se imaginase lo que yo pensaba y sigo pensando.
Y lo que pienso de verdad es que mi abuelo es un roble, y que jamás habrá un abuelo como él. Que seguramente la muerte esté cerca de hacerle un jaque mate definitivo. Pero que de momento mi abuelo sobrevive y no para de hacerle jaques a la muerte, y que sé que nunca se rendirá.
Porque eso sí que sé que es algo que él no quiere.
Nos ha dejado disfrutar de él una última vez. Y no lo voy a desperdiciar.
Así que muchas gracias, abuelo. Gracias por esas jotas, por esas cálidas sonrisas. Por todas las charlas que me has dado, gracias por enseñarme a comer bien. Gracias por hacer el esfuerzo de levantarte después de todas las veces que te has caído.
Espero que te haya gustado esta redacción.
Me he pasado toda la tarde escribiéndola. Pero las palabras han salido de mí como un torrente de agua.
Besos;
La nieta que más te quiere; doña Elviruchi.


4 comentarios:

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  2. Elvira, qué ternura, qué forma más impactante y tierna de decir las cosas, de hablar del dolor. Es una auténtica preciosas. Tienes mucha madera de escritora, y yo sé de lo que hablo! :)
    Bravo.

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    1. Muchísimas gracias, de verdad. Jejeje la verdad es que me ha salido bien, pero yo no quería que a la gente se le escaparan lagrimillas de solo leerlo, pero sí, está bastante bien.

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